Puedo escribir y no disimular, es la ventaja de irse haciéndo viejo, no tengo nada con que impresionar, ni por fuera ni por dentro.
(Adolfo "Fito" Cabrales)



lunes, 6 de mayo de 2013

Ultra Papis

         No es la primera vez que un sábado, en día de sol, cerca de mediodía, cojo la bicicleta y doy una vuelta. Casi siempre hago una parada en el polideportivo donde, desde muy pronto, se suceden partidos de fútbol de categorías inferiores: infantiles, cadetes o juveniles.
         Es recurrente la sensación con la que llego al polideportivo y con la que me voy. Cuando llego pienso que esa vez será diferente y no sucederá y cuando me voy llevo el mismo disgusto que la vez anterior.
         Y es que no hay nada más bochornoso que asistir al lamentable espectáculo que supone el comportamiento de buena parte de los padres (como plural de padres y madres), durante los partidos. El insulto al árbitro, un adolescente de no más de dieciséis o diecisiete años, forma parte del protocolo de actuación; estoy seguro que no entenderían el partido sin este “aliciente”. El tono del insulto aumenta en la medida que el resultado se aleja de lo esperado. Resulta patético ver como un adulto recrimina a un chaval de doce o trece años como si este también lo fuera. El ambiente de tensión que se genera  entre las aficiones de ambos equipos, compuesta en su mayoría por padres y familiares, se hace irrespirable.
Esta claro que en la conciencia de estos papás lo de menos son los beneficios que reporta la practica deportiva a edades tempranas:     facilitar y mejorar el desarrollo físico, así como incidir de forma positiva en el proceso educacional y de socialización de los chavales; mediante la transmisión de valores como el respeto, el esfuerzo, la constancia, el compañerismo etc..
Para estos papis la victoria del equipo en el que milita su hijo es importante en la media en que la actuación de este sea destacada; si no es así el éxito del conjunto no les reporta demasiada satisfacción. Han hecho una valoración, carente de objetivdad, que sobreestima las condiciones del chaval y esto provoca su actitud, producto de la tensión que les origina ver amenazadas las exageradas expectativas generadas. Son incapaces de entender que lo importante es que su hijo disfrute practicando deporte, con los beneficios que ello le reporta.

Si bien es posible que este escenario se repita en otros deportes o actividades, es evidente que es en el fútbol donde se manifiesta con mayor virulencia. Estos “ultra papis” entienden normal su comportamiento, por que toman como referencia, al igual que sus hijos, el comportamiento de las figuras que idolatran; esas figuras que omitiendo la responsabilidad que supone ser esa referencia, tienen a gala producirse en cada partido de manera zafia, con la vitola del astuto machote.
La imitación es uno de los motores esenciales del aprendizaje humano. Los hijos de estos "ultra papis" imitarán la conducta que observan en sus padres, garantizando, desgraciadamente, la continuidad de estos comportamientos.
                       
El antídoto a esta “epidemia de comportamiento deplorable” está en la cultura. Como la acción de este antídoto, de momento, se antoja lenta, sirve como alivio sintomático conocer que se dan casos como el que me contó Álvaro, un compañero de entrenamiento y ex jugador de fútbol de nivel.
Estaba Álvaro viendo un partido de chavales cuando uno de los jugadores, sin balón de por medio ni jugada próxima, le propinó un codazo a su par que hizo que este cayera al suelo sin respiración. El padre del agresor, que estaba viendo el partido desde la grada, al observar la acción, de inmediato se dirigió a su hijo ordenándole de forma categórica que abandonara el campo. El cabreo del padre hacía totalmente inapelable su decisión, así lo entendió el entrenador que ni se acercó a pedir explicación alguna. Nadie se atrevió a decirle nada a ese padre irritado salvo Álvaro, que se permitió estrecharle la mano y felicitarle por su ejemplar comportamiento.